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"La Gran Obra".
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“La gran obra”: la ficción dentro de la ficción, de Iván Darío Fontalvo

Se mueve tranquilamente en ese mundo de escrituras autorreflexivas, en los que desfilan pocas metáforas, pero sí muchas analogías.

Por Adalberto Bolaño Sandoval

Los caminos de la gloria literaria están signados por piedras, dolor, resignaciones, sacrificios, insistencias, desconocimientos y reconocimientos, o, definitivamente, la nada. Es una senda árida para aquellos que quieren expresar su mundo interior, en combinación con el universo que los rodea y la creatividad a través de la escritura. El público lector muchas veces no comprende esas situaciones, y, para remate, muchas veces la crítica, que se supone guía, se encuentra también perdida, ya por desconocimiento de esa obra, ya porque los circuitos y las “roscas” les cierran los caminos. O también, atenazada o mancillada por muchos intereses, como la poca publicación de esos posibles comentarios.  O porque buscan hundirte con su silencio. En fin, existen mil y una razones (o seguramente también pocas) para que a cada obra literaria o crítica le den la espalda. “La gran obra” habla de estos aspectos, pero, especialmente, de la amistad, deferencias, diferencias y desdenes de los dos protagonistas, con una editora siempre ávida de ganar dinero.

Iván Darío Fontalvo, aparentemente podría ser una de esas nuevas víctimas de la avidez comercial (paradójica, irónica y obviamente, no sabemos cómo ha sido la recepción= venta de su libro), así como la obra de muchos creadores del lar nuestro, que editan sus textos con gran dificultad, lo que se empeora aún más con los pocos espacios de divulgación de diarios y revistas. Ellos, con muchas puertas cerradas, terminan por resignarse a entregar sus libros a los amigos al fiado, para que los comenten sotto voce o a venderlos mano a mano, lo cual concita, dependiendo del manejo de su “emprendimiento”, buenas, regulares o malas ventas. Es decir, apoyo inconstante y poco sonante.

Decía que en el caso de Iván Darío Fontalvo, nacido en Santo Tomás, Atlántico, se suele ser víctima de un mercado y un apoyo crítico esquivo.  Y de eso se trata uno de los subtemas de “La gran obra”: la búsqueda de convertir cualquier libro en best seller. Él mismo, con la conciencia plena de su valía y no del “negocio”, ha declarado que procuraría, a pesar de todo, el “vínculo con una gran editorial —llegue pronto o tarde (o no llegue nunca)— quiero que sea una consecuencia del trabajo”.  

Y, como parte de ello, su obra narrativa ha sido reconocida y premiada por sus calidades. El autor es ingeniero industrial por la Universidad del Atlántico, y aunque no tiene nada que ver  la profesión con la de ser escritor (pues su camino verdadero de vida es la literatura), su hoja de vida da cuenta de sus alcances: como narrador ganó el Tercer Concurso Mirabilia de cuento en el 2015, recibió el Premio Nacional de Novela Universitaria de la Universidad Industrial de Santander (uno de los premios más reconocidos a nivel nacional). También ganó el Concurso Nacional de Microcuento Altazor, en el 2020; el Concurso Nacional de Cuento de Literatura de Pereira, así como Mención Honorífica en el XII Concurso Internacional de cuento de la Universidad San Buenaventura de Cali, en el 2017, y ha sido finalista de otros eventos literarios. 

“La gran obra” ganó el Premio Internacional de Novela Héctor Rojas Herazo Ciudad de Sincelejo, en el 2023, con el apoyo de la Unión de Escritores de Sucre, en su quinta versión, con una participación de más de más de 300 autores de 19 países. Este es un evento bianual que promueve la Unión de Escritores de Sucre, desde el año 2013, en homenaje al insigne autor de Tolú, Sucre.  Ya antes habían ganado el mismo concurso el escritor y periodista colombiano Hernán Estupiñán, con Tolstoi o el arrepentimiento, después fueron Guillermo Mejía de Cali, con La muerte del fotógrafo, el ecuatoriano Raúl Vallejo Corrales con El perpetuo exiliado y el escritor y poeta cubano-mexicano Raúl Ortega Alfonso con La pistola en el agua. 

El jurado de esta ocasión, integrado por los escritores colombianos Albio Martínez, John Jairo Junieles y el uruguayo Fernado Chelle, consideró sobre la obra: “Una novela con unidad interna, que mantiene su ritmo narrativo y no decae en el propósito de contar el universo de personajes y acciones que la componen, mientras que desarrolla recursos estéticos diversos que contribuyen a mantener el interés del lector en la propuesta creativa”.

Vidas nada paralelas (¿o sí?)

La obra comienza cuando Clay, un empleado de una empresa que recoge basuras, encuentra el cadáver de Laina During, una hermosa actriz muy reconocida en su oficio, y, al verla, empieza a acariciarla, pero, durante ese necrofílico y macabro, llegan dos personas en un carro, para llevársela, luego de darle un fajo de billetes a Clay para comprar su silencio. Su vida personal no es propiamente ejemplar: primero fue un recogedor de basuras, luego lo ascendieron a conductor en la misma empresa, de cuyos residuos inservibles salvó algunos muebles y otras menudencias. 

Abandonado de alguna manera al mundo, Clay vive en un apartamento que da grima, se acuesta con prostitutas frecuentemente e ingiere alcohol y drogas con estas. Pero no solamente es alguien que navega en la cola del mundo, sino que además es un escritor en ciernes contradictorio, pues no se decide a escribir; sin embargo, el encontrarse el cadáver de Laina During, se le dispara la pluma y le sirve de insumo para escribir una novela corta, que gira alrededor de un asiático llamado Hoo, quien monta en los arrabales un burdel con cadáveres de mujeres,  negocio tras el cual adquiere notoriedad y, ante lo cual, a solicitud de sus clientes necrofílicos, debe conseguir despojos de mujeres cada vez más hermosas. 

Las numerosas solicitudes de los usuarios hacen que Hoo monte paralelamente una cadena de embalsamientos, distribuidores y compradores de cuerpos femeninos entre las morgues, utilizando hornos crematorios para aquellos restos ya en descomposición. Como era de esperarse, el negocio crece en número de clientes cada vez más empecinados y con espíritus necromaníacos más profundos. La fama de Hoo llega a jeques, príncipes y presidentes, hasta alcanzar a contratar asesinos para conseguir cuerpos más bellos. Pero el burdel se incendia y hasta ahí llegó la historia. Por lo menos esa, la contada por Clay porque, he ahí cómo, desde ese momento, comienza Iván
Darío Fontalvo a introducir la ficción dentro de la ficción.  

El otro personaje de “La gran obra” es Sir Lovren, una famoso y avezado escritor de 70 años, a quien la decadencia ya está tocándolo, notándosele en la decrepitud de la memoria, el olvido de las palabras y las historias cada vez más endebles.  Él vive enclaustrado en un castillo, resultado de las ganancias de sus libros, hasta llegar recibir los sobrenombres de “Sir Lovren el ermitaño” o “Sir Lovren el fantasma”. Como respuesta y propuesta a su decadencia creativa, su editora le propone utilizar un “escritor fantasma”, un “escritor negro” o ghostwriter, encargado de sustituir y escribir por el autor original, sin ningún reconocimiento, para lo cual inventan un concurso literario entre prosistas que vivieran en barrios miserables, pues podrían conseguir  insumos literarios a un bajo costo. Llegadas las propuestas, Sir Lovren rechaza muchos textos que considera “basura”, hasta encontrar un texto relevante: “El gran negocio de Hoo”, la novela que había escrito Clay en 200 noches de inspiración, entre drogas y prostitutas, pero que antes había sido rechazada por todas las editoriales a las que presentó.

“Verdades de ficción”

Inicialmente es un mundo de contrastes entre los dos escritores: Sir Lovren vive en la opulencia, en un palacio por fuera de la ciudad, con un mayordomo, sobre el que querrá, al final del texto, escribir ficcionalmente una novela, mientras que Clay vive en la pobreza, hospedado en un miniapartamento sucio, en un barrio violento, llamado Chérnobil, y rodeado de ladrones y putas, a las que apela muchas veces en sus orgías, al tiempo que se droga. Hay que destacar que la fama de los escritores de esta novela llega a una sola frontera: la ciudad, como si el mundo, el continente, el país, la región, fueran esos límites terrenales: la fama de Sir Lovren, máximo, llega hasta allí, quizá demostrando Fontalvo que la ciudad es una metáfora básica (o quizá completa, solo para aquellos escritores que tienen poca distribución, en la vida real), ya cercada, ya cerrada, que cualquier escritor quiere alcanzar, como el límite fronterizo donde se roza la popularidad.

De ese concurso ganado, entre Clay y Sir Lovren surge un contrato para publicar, a nombre del segundo, “El gran negocio de Hoo”, la cual alcanza un gran éxito. Las relaciones entre los escritores se entrelaza cada vez más, hasta llegar Sir Lovren a recomendar a Clay con la editora, quien, asombrada de sus calidades, le acepta su primera novela, la cual también tiene obtiene ventas exitosas inmediatas Las novelas y cuentos posteriores de Sir Lovren y Clay tienen diferentes horizontes, pues para el segundo empieza la gloria, mientras que para el segundo se da un proceso de resurrección, a pesar de haber decaído, impulsado merced a la fuerza que manifiesta la escritura de Clay en el anciano escritor. Y ante lo cual, Caly empieza a sentir envidia.

Detrás de “La gran obra” gira un latiguillo constante como sutil e inteligente, y es la censura, la crítica a búsqueda de la fama, para que la basura se convierta en best seller. Por ello, lo anterior permite llegar a otras dos conclusiones metafóricas: la primera, en palabras de la propia editora, cuando llega a decir: “Ahora no solo se trata de escribir bien, sino de venderse bien”. Y la segunda: la novela, escrita por Clay, nace de los desperdicios, de los entresijos de los vicios, de las incomodidades que produce esa ciudad putrefacta, roída. Recuerda, precisamente, la novela de Héctor Abad Faciolince: “Basura”, pero a diferencia de esta, es la sociedad que rodea a Sir Dovren y Clay la que genera esa misma basura. Sociedad y texto, sociedad y creación dialogan, convirtiendo ese contexto putrefacto en materia de escritura. La sociedad perfila aún más los criterios autoconscientes, autorreflexivos de estos dos escritores, ya de por sí, contendientes “amigos”. Y esa ciudad, con todo lo anterior, se revela como distópica, indeseable.

Clay había estudiado literatura y había escrito sus primeros cuentos con poca atracción, dejando de escribir para trabajar en algunas labores de poca monta, hasta empezar a trabajar en la empresa de basuras, tras la cual le llega la inspiración para elaborar “El gran negocio de Hoo”, de allí que su vida siguiera un camino con mayor confianza en sí mismo, elaborando narraciones más frecuentemente y de mayor calidad, hasta alcanzar una notoriedad que se disputaba con Sir Lovren. Pero a este le llega una mala noticia: en el lanzamiento de uno de sus libros, una mujer le anuncia su muerte. Para Sir Lovren esto trae su debacle emocional, abandonándose a su suerte. Más tarde se sabrá que la mujer era una sicóloga que hacía un experimento con muchas personas, a las que le anunciaba este mal paso, resultando una estafa y una crueldad, pues muchos a los que predijo su muerte se habían suicidado o habían emprendido malos caminos. Al saber con claridad la buena noticia, Sir Lovren continúa escribiendo con mayor calidad.

“La gran obra” y la ficción dentro de la ficción

Lo que llama la atención de la escritura de “La gran obra” son varios giros: la amistad entre los escritores, sus ires y venires, sus competencias y sus envidias entre sí, muy bien retratados; así mismo, la resurrección escritural de Sir Lovren y la gallardía y crecimiento de Clay,  así como  la mente agiotista y oportunista de la editora (acaso retrato de las grandes editoriales), al igual que su sexualidad desaforada con los escritores que apoya. Digo: para resaltar se encuentra la facilidad con que Iván Darío Fontalvo logra verter las novelas que elaboran estos creadores dentro de la novela que leemos, pues lo realiza con buen tino y gracia, con fluidez, permitiéndose introducir nuevas tramas, diálogos, citas y paráfrasis de esas mismas ficciones dentro de la ficción, sin aburrir y demostrando mucha creatividad y enjundia. 

Uno de estos ejemplos ocurre cuando la escritura de Fontalvo mantiene al lector con mucho interés, a través de varias estrategias. Una de ellas es la aparición completa de un cuento escrito por Sir Lovren, denominado “Verdades de ficción”, proveniente del cuentario del mismo nombre, en el que cuenta una historia, tras varias vueltas y revueltas, parecida a la que pasa entre Clay y su relación con Sir Lovren. Para mostrar el tipo de amistad entre los escritores, el narrador se refiere a la forma en que Clay lee el libro de cuentos de Sir Lovren “Verdades de ficción”: “la lectura íntegra resultó un puñal amistoso, de los que se clavan en la carne para extraer una bala”. Ese “puñal amistoso” resulta muy parecido, en estos tiempos, a los términos de “fuego amigo” o de “golpes blandos”, con que se compara actualmente la política colombiana. Y, como esas mismas relaciones con nuestra realidad, allí, de manera plena, se traslada la vida “real” de estos escritores a la la vida ficticia de ellos mismos. Demuestra ello la existencia, pues, cajas chinas o matrioskas, puestas en abismos, de modo que la novela habla de las diversas historias escriturarias, de las disímiles capas que se cruzan y dialogan, que se postulan como si fuera un poliedro irregular, lleno de caras de diferentes tamaños, de diferentes historias.

Por ello, la atmósfera que trasciende en “La gran obra” es dialógica y hasta pedagógica, en muchos momentos, pues muestra y narra no solo las entretelas de la misma creatividad, sino el de las decisiones, el de la escogencia de opciones de uno u otro tipo de escritura. Por otra parte, de manos con esta esas estrategias técnicas, la novela devela un mundo distópico, ominoso, en las que la muerte, la miserableza, las jugadas editoriales para vender más, el sexo comparado, las drogas y las diversas triquñuelas dela editora, develan un universo maltrecho, cuyas tramas oscuras suceden no solo en la novela sino en las propias  historias que dibujan estos dos novelistas, culminando en retratos que perfilan una sociedad llena de intereses lóbregos, pero que, algunas veces, bajo cierto humor  negro, lo difuminan, despertando cierta lúdica mirada. Porque esa es otra característica de la novela: la sátira, la mirada que destruye y se burla de muchas situaciones.

Por lo visto hasta ahora, “La gran obra”  pertenece a lo que Antonio Sánchez Jiménez denomina “poética de la interrupción” o “poética de la narración inserta”, según Valentín Núñez Rivera. Hace parte de lo que, desde hace unos 50 años, se ha designado “ficción dentro de la ficción” o metaficción, o narrativa autorreferencial, o autoconsciente, o mise en abyme, o metaliteratura, según la propuesta del teórico francés Roland Barthes. Fenómeno creativo que comenzara con “Don Quijote”, “Los cuentos de Canterbury”, y, ya en el siglo XX, retomaran Miguel de Unamuno co “Niebla”, Jorge Luis Borges y Vladimir Nabokov, entre otros, o como una de las novelas de Leonardo Padura más reciente, “La novela de mi vida”, que repasa la vida del poeta cubano José María Heredia y Heredia, desde su mismo punto de vista y desde la de un narrador omnisciente que busca una narración contada por el mismo Heredia.

“La gran obra” se mueve tranquilamente en ese mundo de escrituras autorreflexivas, en los que desfilan pocas metáforas, pero sí muchas analogías. Leamos estas dos breves metáforas: Dovren “tenía el cabello adormecido”, o esa banca “que debía arder bajo el sol cachetero”. El mismo escritor ha dicho sobre el manejo del lenguaje de la novela que esta se presenta entre “mantener la fluidez y la tensión”, con lo cual estructural, escrituralmente,  despliega sabiduría y sobriedad. 

Es deseable que Iván Darío Fontalvo continúe con esas características de una escritura tersa, sobria, ágil, y cuyas reflexiones y calidad persistan, como lo muestran sus premios. De allí saldrá un escritor que se mantendrá con excelentes resultados creativos y que contribuya a la literatura.

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